Mi afición por el ciclismo se inició por allá cuando tenía unos
8 años en 1974, y mi vida transcurría sin preocupaciones por los hermosos
paisajes campesinos de mi tierra natal, Macaravita, en Santander; con la
llegada a mis manos de un radio transistor Sanyo, de esos de dos perillas y
tres pilas "de las grandes", regalo de mi padre, donde solo
alcanzaba a sintonizar una que otra emisora colombiana.
Pero con toda claridad llegaban a mis oídos las hondas
hertzianas de Ecos del Torbes, del vecino país de Venezuela, y de
casualidad, se corría por esa época la Vuelta al Táchira en bicicleta, y al
escuchar que nombraban ciclistas colombianos, entre ellos, uno que llevaba mi
nombre, que a la postre se convirtió en campeón, Alvaro Pachón, este
hecho hizo que empezara a crecer dentro de mí, esa pasión por tan bello
deporte.
Tiempo
después, con el inicio de mi vida estudiantil en las poblaciones vecinas de
Boyacá y Santander, y ante la imposibilidad de tener acceso a una bicicleta, me
conformaba teniendo siempre a mi lado, día y noche, ese viejo radio que era mi
fiel compañero, a través del cual, me fui enterando que existían carreras en
Colombia, tales como La Vuelta y el Clásico RCN, gracias a las maravillosas
voces del Campeón, Carlos Arturo Rueda C, Don Alberto Piedrahita, José
Antonio Churio, Rubén Darío Arcila y Alfredo Castro, y comentarios del viejo
Julio Arrastia, el profesor Héctor Urrego, Jairo Chaves y Héctor Palau, entre
muchos otros.
Y que además existían otros ciclistas colombianos que llevaban
en alto los colores de nuestro país. Como lo eran Cochise Rodríguez, de la
década del 60 (de quien me hice hincha), y Rafael Antonio Niño con el viejo
Patro en los 70s
Mi entrada a estudiar el
bachillerato, en El Espino, en Boyacá, coincidió con el ingreso avasallante de
nuestros escarabajos en Europa, a principios de los 80s, eran madrugadas
ansiosas, esperando escuchar las buenas noticias que nos transmitían desde
Europa, las narraciones de las titánicas luchas entre nuestros desconocidos
escarabajos, frente a los ciclistas del viejo continente.
Alfonsito Flórez frente al ruso Zuko en el Tour de L'Avenir, que
alegrías nos dieron esos valientes colombianos; por fortuna, mi viejo Sanyo ya
había sido reemplazado por un radio más pequeño, el cual podía camuflar fácilmente
entre mis útiles de estudio y así poder escuchar las etapas en mis horas de
clase, en corrillos con mis compañeros quienes se iban contagiando de las
alegrías que nos producían nuestros paisanos.
Como por arte de magia, empezaron
a brotar de nuestras tierras, esos ciclistas, la mayoría campesinos con piernas
de acero, que llegaron a enfrentar sin ningún temor, eso sí, con muchas
dificultades las grandes citas del ciclismo mundial, apareció el gran Lucho
Herrera, que corredor, acompañado de Fabio Parra, nuevamente del viejo Patro y
otro puñado de valientes que con todo el coraje y verraquera que dá nuestra
raza, fueron capaces de enfrentar y en ocasiones vencer a ciclistas franceses,
italianos y españoles.
Muchas lágrimas de alegría brotaron de mis ojos, hoy sigo
emocionándome al recordar esos triunfos, el Alpe d'huez, Morzine, Lagos de
Covadonga, El Tourmalet y tantos otros puertos míticos de las cumbres europeas,
hasta esos momentos inalcanzables para ningún ciclista latinoamericano.
Fue así como lograron abrir
sendero por donde año a año, y carrera tras carrera, con triunfos y
también con derrotas, fueron ingresando las nuevas generaciones que día a
día nos han dado esas satisfacciones que solo un deporte tan duro como es el
ciclismo nos ha sabido dar
Hoy estoy nuevamente aquí, con
el corazón en mis manos, rogando a Dios que uno de nuestros muchachos pueda
lograr lo único que le falta a nuestro ciclismo para llegar a la cima total,
conseguir ese sueño amarillo, ser por primera vez campeón de la única de las
tres grandes que nos falta, el Tour de Francia, toda la energía positiva y la
confianza que nuestro gran Nairo Quintana o alguno de los nuestros lo va a
conseguir.
Es por eso que digo, soy un
colombiano más, de aquellos que llevan el ciclismo en la sangre.
Por Alvaro Martinez
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