Con la primavera europea llega el primer Monumento ciclístico
del año, la clásica que desde hace ya 105 años une a Milán con San Remo sobre un
larguísimo y para muchos, aburrido recorrido de 291 kilómetros, en donde en la
mayoría de los casos, son los últimos diez en los que los corredores de mayor
resistencia logran poner la emoción para la definición final.
El recorrido se caracteriza por ser casi que
completamente plano, con un descenso desde el Passo del Turchino en la mitad
del recorrido; luego faltando 27 km para el final se asciende a Cipressa con
una longitud de 5,6 km y un desnivel promedio del 4,1%. La subida al Poggio di
Sanremo comienza 9 km antes de la línea de meta, son tan sólo 3,7 km a un
promedio del 4% y una máxima rampa del 8%; este ascenso que en otro caso
parecería ser un premio de tercera categoría, acá se constituye en la máxima
exigencia dado el desgaste acumulado en las piernas de todos los favoritos
durante los más de 280 km ya recorridos a esta altura. El descenso es estrecho,
con curvas y horquillas que desembocan en Sanremo a una recta de más de 700
metros para reclamar el trofeo.
Es el Monumento hecho para los embaladores como fue
el caso de Kristoff, Degenkolb y Démare ganadores en los años 14, 15 y 16;
aunque en las dos últimas ediciones ésta máxima ha sido derrotada por dos
corredores como Kwiatkowski y Nibali. En el presente año el lema de la carrera
parece ser “Todos contra Alaphilippe”, que de hecho también es nuestro favorito
en La Ciclopolemica y que debido a su esplendoroso estado de forma, atacará en
la subida al Poggio y descenderá sin mirar más que adelante hasta lograr cruzar
la raya. Sin embargo, el grupo de embaladores encabezados por Sagan, Viviani,
Démare, Ewan, Kristoff y Gaviria trataran de evitarlo. Veremos qué sucede:
Alaphilippe o uno cualquiera de los otros.
Por
Carlos "Pichuco" Lizcano
Voy con Sagan
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